Cuando el verano está en su apogeo y el sol calienta más es cuando maduran en nuestros arbustos las más deliciosas frambuesas, arándanos, moras y grosellas. Entre las hojas se vislumbran los más bellos tonos de rojo, violeta, rosa y azul. Pero las bayas no son sólo un efecto óptico. Saben maravillosamente bien, son aromáticas, tienen poco azúcar, son ideales para los más variados platos y nos mantienen en forma. Porque, aunque son pequeñas, tienen mucho que ofrecer.
Azul, rojo, violeta y rosa, el color marca la diferencia.
Además de muchas vitaminas y minerales las bayas contienen valiosas antocianinas. Estos colorantes vegetales solubles en agua, con un nombre difícil de pronunciar, se encuentran en casi todas las plantas superiores. Colorean los frutos y las flores de color azul, violeta o rojo. Pero las antocianinas hacen mucho más que conseguir que la fruta y las flores sean bonitas. Son, además, muy útiles para los seres humanos.
Las antocianinas de la piel absorben la luz ultravioleta de las frutas. De esta manera evitan el daño a las proteínas, al material genético y al núcleo de la célula. También se unen a los radicales libres, es decir, a los compuestos de oxígeno agresivos y destructivos, y protegen a la planta del llamado estrés oxidativo. ¡Es complicado y simple a la vez!
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