Grosellas

Un verdadero placer para el paladar.

¿Sabía Ud. que estas bayas, Johannisbeeren en alemán, le deben el nombre a San Juan Bautista cuyo cumpleaños es en junio, en la época principal de maduración de estos frutos? En SanLucar ofrecemos estas pequeñas delicias rojas y negras durante todo el año. En invierno y primavera provienen de Chile. Nuestras grosellas alemanas crecen a lo largo del Mittelrhein, pues aman el suelo arcilloso que contiene humus, y quizás también la hermosa naturaleza. Nuestros experimentados recolectores procuran siempre que las plantas estén protegidas del viento y la lluvia, pues las gotas dañan las tiernas bayas dañando su delicada piel.

 

Dulce consejo:
La grosella negra es una verdadera bomba de vitamina C. Solo 30 – 40 bayas cubren todo el consumo diario necesario.

Información sobre el fruto...

Nuestras grosellas, tanto las rojas como las negras, proceden sobre todo de Alemania, pero también de Holanda. […]

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País de origen:

Nuestras grosellas, tanto las rojas como las negras, proceden sobre todo de Alemania, pero también de Holanda.

Conservación:

Lo mejor es siempre comerlas frescas. Son muy sensibles a la presión y no se pueden conservar mucho tiempo, aunque refrigeradas pueden aguantar de dos a tres días.

Johannisbeere
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Consejos y curiosidades:

Ya en el siglo XI, la abadesa, médica, profetisa y escritora alemana Hildegarda de Bingen alabó la planta como remedio contra el reuma y también la usaba para recubrir picaduras de insectos. En 1712, el abad francés Pierre Bailly de Montaran recomendaba su fruto como garantía de una vida larga y sana. La grosella negra es la base del famoso licor de cassis. Como las otras bayas, pueden degustarse tanto solas, como en postres, gelatina o en la especialidad alemana “Rote Grütze”.

Historia:

La historia de la grosella es relativamente reciente, pues en la Antigüedad todavía no era conocida. No fue hasta la Edad Media que las grosellas rojas y negras empezaron a cultivarse. En el siglo XVI se encontraban arbustos cultivados en los huertos de muchos monasterios. Las monjas y los monjes las empleaban para combatir la gota, el reuma y el escorbuto.